¡Que no se extinga la llama!

 

La hostelería se enfrenta al mayor reto de su historia. Las cifras son demoledoras. En 2019 la Confederación Empresarial de Hostelería de España cuantificaba en más de 314.000 los locales destinados a la hostelería en España entre bares, restaurantes, establecimiento en hoteles, etc. Una cifra en descenso (-10%) desde la crisis de 2008, comparando concretamente con 2010. Lo que suponía 1,7 millones de trabajadores empleados en el sector, con una facturación de más de 120 millones de euros, un 6,2% del PIB nacional.

La Comunidad Valenciana estaba cifrada en un número aproximado de 35.000 establecimientos, empleando a cerca de 190.000 trabajadores, con una facturación que rondaba los 12 millones de euros, el 6,4% de la riqueza generada en la Comunidad Valenciana.

En 2020 estas cifras saltaron literalmente por los aires. El número de afiliaciones a la Seguridad Social vinculadas a la hostelería descendió en más de 200.000 trabajadores, y del 1,5 millones de trabajadores restantes, más de 350.000 estaban acogidos a un ERTE al finalizar el año.

La propia confederación vaticina a nivel nacional que uno de cada tres cerrará definitivamente por culpa de la situación generada por el Covid-19. En la Comunidad Valenciana, donde la dependencia turística nos hace doblemente vulnerables, la situación es ciertamente alarmante.

Después de Andalucía y Cataluña, la Comunitat se encuentra en la tercera posición en número de locales junto a la comunidad de Madrid, y según Jesús Ortega, portavoz de la Coordinadora Empresarial del Ocio y la Hostelería de la Comunitat Valenciana, si la situación perdura, es más que posible que el 50% del sector tenga que cerrar.

Nuestra cultura, nuestra segunda casa

De los más de 300.000 establecimientos españoles, 200.000 son bares, uno por cada 175 personas. Cifra superior a todos los locales de Estados Unidos juntos, con una población, la americana, que es aproximadamente siete veces superior a la española.

España es un país de bares. Su cultura como pueblo está intrínsecamente ligada a su día a día en ellos. Desde primera hora de la mañana, a última de la noche. Desayunamos con el periódico, un café tras dejar a los niños en el colegio, almorzamos con los compañeros de trabajo, comemos con clientes, nos conectamos a su wifi para saber de nuestros amigos en las redes, merendamos a la espera de que termine la extraescolar, hacemos tiempo a que lleguen los amigos y cenar o ver un partido de futbol. Celebramos desde nuestra primera cita al cumpleaños de la abuela en ese restaurante que tanto ofrece desde la llama de su cocina.

Un bar es parte de nuestra vida. Una ‘segunda casa’ que se convierte en nuestra. En sus terrazas pasamos media vida, su dueño o camarero acaba siendo un amigo más con el que compartimos tertulia y secretos, convirtiéndose prácticamente en uno más de la familia.

Como afirma el antropólogo Manuel Delgado en respuesta a varios artículos vinculados con al sector: “Cuantos más bares más vida social; cuanta más vida social, más bares”, la hostelería en nuestro país es según Delgado “un indicativo de los niveles de sociabilidad”.

Esa sociabilidad, ese “modus vivendi” se encuentra seriamente en peligro. Hablamos de ese bar o restaurante, o de otra manera ‘uno de los nuestros’ lo está pasando mal, muy mal.

El coraje por sobrevivir

Ante esta situación no podemos más que apoyar el tesón y la constancia de estos profesionales que siguen al pie del cañón. El mérito de muchos de ellos que se crecen ante la adversidad, reinventándose cada día para poder seguir manteniendo sus negocios ‘abiertos’ con un mínimo de facturación. Que defienden cada puesto de trabajo que de ellos depende con su propia salud, apostando por una riqueza generada de la que nos beneficiamos todos para seguir siendo parte de nuestra cultura como sociedad, un patrimonio de valor incalculable del que todos formamos parte directa o indirectamente.

Un ejemplo de ese coraje lo encontramos en sus propuestas actuales. Hace poco, muy poco tiempo, hablar de los servicios de comida a domicilio (Delivery o Take Away) eran un mundo destinado a las grandes cadenas de comida rápida. Hoy en día, desde los embajadores de la cocina mediterránea con estrella del icónico bibendum en su chaquetilla, a algunas de la mejores bodegas de nuestra tierra, o ese pequeño bar de nuestro barrio, nos ofrecen la posibilidad de enviarnos a nuestras casas o recogiendo en sus locales, ese almuerzo al que estábamos acostumbrados, el aperitivo perfecto, la botella de vino que tanto nos gustó, o esa comida o cena con la que nuestro día a día era tan placentero. Su trabajo era y es nuestro deleite, y aunque no podamos disfrutar como antes de esa sociabilidad que nos caracteriza, podremos hacerlo mañana si evitamos que acaben cerrando definitivamente sus puertas.

Apostamos por ellos, apostemos por lo nuestro

Desde Plaers de la Vida nuestro compromiso sigue intacto en la defensa de los valores que evidencian cada día los profesionales de la hostelería, y seguiremos apostando por nuestra cultura gastronómica, por cada bar, cervecería, cafetería, restaurante, bodega, o profesional del sector que a pesar de la que nos vino encima, siguen en la lucha. Desde nuestras posibilidades seguiremos aportando nuestro granito de arena dando a conocer sus propuestas o productos para que podáis disfrutar, como siempre, de su buen hacer, o para como canta José Manuel Casañ con su ‘Seguridad Social’ ¡Que no se extinga la llama!



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